thanatos_bride: (Tsume)
Dedicado a mi querido amigo. <3

El lobo estaba muerto y la niña acariciaba su pelaje, que comenzaba a adquirir una tonalidad purpúrea y a volverse áspero, con una diferencia muy corta de la piedra caliza. Ella se mordió los labios y aferró una hiedra espinosa, cuando notó que empezaba a deshacerse entre fisuras, como un puñado de arena. No lloró pero su rostro se contorsionó y decidió cubrírselo con movimientos desesperados usando la capucha de la capa. Entonces recordó al Cazador. Es decir, volvió a sentir su presencia. Levantó los ojos a él, levemente, cuando escuchó el encendido de un fósforo y olió el peculiar aroma del tabaco, que le hizo pensar en su hermano. Tenía el hombre una expresión indulgente, como si pensara que ella estuviera tratando de evitar que él supiera que sufría y lloraba. Si aún considerara a los habitantes del pueblo como a su altura, se habría indignado. Pero al alzarse de nuevo, por dentro la llenaba el desdén. Solo esperaba que aquel hombre se fuera y pronto o bien, que le explicara sus motivos para estar allí, si es que no le apetecía rendir respetos a la mensajera de la Bruja en ese lugar. Su hija. El orgullo la colmó de nuevo. En otras épocas ni hubiera pensado tanto. Sangre en sus manos y una sonrisa. Ese tipo era afortunado. Si podía decirse tal cosa de la existencia mediocre que llevaban los que eran como él.

... )
thanatos_bride: (Sup)
Tu sensei solía ser la única persona con la que hablabas en esa escuela, en la que nadie más llevaba los pins de animé y manga que tanto veías, enamorada de las formas que te transportaban a realidades superadornadas, en las que matar estaba bien, si las luces te coronaban como princesa anacrónica de un Universo Alterno, en tacones tornasolados, abrazada al héroe de turno.
Pensaste que eras especial para él, después de todo lo que hicieron en su quinta. El primero y el único para ti, desde luego. Pero se casaba. Y ni siquiera te lo dijo, aunque tuviera tu celular. Ya ni respondía los mensajes que le enviabas, deseando que le fuera bien en el trabajo o con el código de las clases particulares para que supiera que lo esperabas.
Porque está bien, porque todavía tenés las llaves de su departamento y los restos del proyecto de ciencias con el que promocionaste una de tus materias preferidas: las arañas de rincón. En su cama hallarán hogar, en su piel dejarán besos más rojos y mortíferos que cualquiera de los tuyos.
Para olvidar mejor te has cortado el cabello por encima de las orejas. Ya nunca más serás la niña buena y vistosa que se sonrojaba contra los libros y escribía mil veces su nombre en las hojas de apuntes, rodeándolo con formas de corazones.

thanatos_bride: (Debo)
Cuando piensas en ella, te dices: Qué amor de pacotilla, qué poco que duró, cómo me golpeaba, siempre le molestaba todo lo que yo decía, estaba confundida con su sexualidad, me tomaba con violencia y...
Pero te tocas los lugares en donde se quedaron las marcas de su odio y pasión. Los tocas y todavía tiemblas, odiando tu piel por olvidar antes que el corazón y predecir la ausencia de su elegancia.
thanatos_bride: (Cómo)

Fue ingenua hasta el final. Pensó que si lo pedía con muchas sutilezas al sacerdote del templo al que había servido, lo harían posible. Pidió, arrodillada. La dejaron sola en la celda, sin palabras, con desprecio. Pero estaba segura de que como era su última petición, no podían dejarla vigente. Que usaran la misma espada que con su amante.
Se agarró la garganta: el cuerpo le temblaba con excitación al pensarlo, sus ojos se llenaban de lágrimas, su corazón estallaba de felicidad. Ninguna traición, ni hasta el final, aunque sus vidas estuvieran fulminadas por el sacrilegio del amor a destiempo. Esperaba ver la misma empuñadura que voló contra el cielo rojizo una tarde y le arrancó de tajo la hermosa cabeza, que hubiera querido guardar en su celda hasta que se la comieran los gusanos o la agotara con sus hambrientos besos, a pan y agua, soledad desnuda contra la piel.
Sal de lágrimas: otra empuñadura, otra espada. No ha merecido ni esa compasión.
thanatos_bride: (Yeah)

Cuando decidiste deshacerte de todo, naturalmente pensaste también en los guantes, que estaban húmedos con su sangre, además del cuchillo que usaste y las ropas de ese día. Las escondiste en un pozo que cavaste en el bosque de tus últimos deseos, para la ocasión. Eso está bien, incluso ahora. Pero por las noches, sueñas con el tacto de la tela de los guantes. Sabes que no vas a dejar de anhelarlos hasta que los saques de su escondite, de su tumba improvisada para resguardar tu inocencia. Hasta que los pongas de nuevo entre tus dedos que no han dejado de temblar desde el día en que les diste a probar sangre. Y notes que ya no son blancos, sino rojos, oscuros como el fondo de sus ojos, cuando terminaste con él. ¡Harás tantas cosas con esos guantes casi nuevos! Levantar flores, por ejemplo, para dejar en su tumba, como la buena y dulce viuda que eres.

thanatos_bride: (Conmigo)
Estabas casi contenta de nuevo. A veces extrañabas los pedazos perdidos o que nunca pudieron incorporarse a pesar de la gran voluntad del vendedor (que se quedó a vivir contigo a partir de ahí: no tenía muchas opciones, unidos como estaban) pero no siempre. Te bastaba con hacer flexiones y reírte en voz alta, con la garganta unificada en casi todas las cuerdas vocales. Entonces empezó el dolor otra vez. Generalmente cuando él dormía o te daba la impresión de que no era feliz aunque hicieran el amor. Que tu cuerpo reestructurado no era suficiente.
Te dolía mucho, ahora. Pero no eran los quiebres múltiples. Venía de otra parte. Ya no era un dolor seco. Fue como si alguien vertiera veneno en tus heridas o como si las moscas hubieran puesto huevos en ellas. Desde bien adentro, donde no se caían los pedazos, sino que a penas comenzaban a romperse.
Entonces la materia oscura comenzó a brotar como el petróleo o el veneno en los dibujos animados que se vierte en el interior de la botellita oscura con una calavera y dos huesos cruzados atrás: desde tu torso, pero estabas segura de que te salía del corazón.
El veneno lo ahogó a él mientras dormía y al secarte las lágrimas, inmune a él de alguna forma, juraste que semiinconsciente repetía tu nombre mezclado con el de sus otras clientas.
thanatos_bride: (Lost)
Debías cantar por ella, aunque hubiera sido tu mano la que deslizara el veneno en su copa, luego de que bebiera de ti hasta saciarse y te despachara como a fruta podrida. Debías alzar los brazos y bailar, aunque no tenías la gracia de las demás, porque ahora ese templo era tu dominio, las aprendices lo esperaban y las oficiantes te hubieran juzgado. Por eso lo hiciste. Rogaste que no se notara el desprecio en tu voz. A medida que la canción de lamentos progresaba, notaste que no lo había. Evitaste llorar y estrujarte las vestimentas sagradas, caer de rodillas y reptar hacia su cuerpo. No querías dar un espectáculo. No eras como las otras, lo mantenías. Además, si hubieras derramado una sola lágrima, te habrías quebrado y caído hacia lo que restaba de ella, la hubieras abrazado tanto como cuando tenían casi la misma piel cubierta con sangre y tus gritos habrían sido tan desgarradoramente fieros, que no hubieran parecido tuyos.
thanatos_bride: (Caigo)
Debes necesitarlo tanto como es posible. Esa clase de vendedores aparecen solo en esa clase de momentos. Tocó a tu puerta y entró de todos modos, aunque solo le hablaras con gritos bastante débiles desde tu cuarto, quebrada como estabas, en la cama. Vendía pegamento. Te habló de sus maravillosas propiedades. Te contó que podía enmendar cualquier quiebre o rajadura, si se sostenían el tiempo suficiente los pedazos rotos. Ofreció hacer una prueba. El precio era tan terrible como larga la sonrisa debajo del bigote, aunque sus ojos no la siguieran. Dejaste que él te tocara. No tenías más opciones. Sus manos eran regordetas y sudaba sobre ti. Estabas tan triste que no te molestaste en corregirlo cuando pegó mal algunos pedazos, mirando para el lado equivocado. Tus costillas atravesaban tus sueños de la infancia, que en vez de quedar relevados a los hombros, ahora serían una cubierta en el estómago y tendrías que pensar en ellos más seguido. Pero te divirtió su ingenuidad y te reíste de sus chistes, aunque estabas convencida de que le decía exactamente los mismos a muchas otras clientas como tú. Pronto estuviste lo bastante unida como para pararte sin derrumbarte por entero al hacerlo. El único problema fue que el pegamento los había juntado también y que te acostumbraste a su personalidad. No creías volver a reír si no estabas a su lado. Lo necesitabas hasta para respirar.
thanatos_bride: (Az)
Él te quebró una vez. Ni siquiera se dio cuenta de lo que hacía. Pensaba en sí mismo, en sus propias necesidades. Alargabas tu mano hacia él y te empujó con su indiferencia. Lo buscaste hasta que los pedazos se quebraron varias veces en sí mismos y te fue imposible disimular que no eras una mujer completa para salir a la calle. No podías ni levantarte de la cama: los pedazos quedaban diseminados por el colchón y nunca podías juntar los suficientes en los bolsillos del impermeable. Un día se rompió hasta tu columna vertebral. No había forma de que simplemente lo disimularas. Acababa de convertirse en algo profundo. Intentaste telefonearlo. Nunca estaba. Tardó días enteros en contestarte. Para entonces llorabas y te sudaban las manos. No se te ocurría a quién más llamar. No pensaste en nadie a quien pudiera importarle o en quien confiaras lo suficiente como para pedirle que te ayudara a levantar los pedazos. Te había ayudado antes, cuando solo eran unos cuantos disimulados y podías agacharte a buscarlos con una sonrisa. Ahora estabas llena de amargura, pero te dijiste que si en la vida real era como en los cuentos de hadas solo que sin caballos y castillos, entonces él te querría de todos modos, como tú lo querías aunque no fuera un príncipe con título nobiliario y demás. Atendió dubitativo. No se acordaba bien de quién eras. Ah, si, esa chica, ¿qué ha hecho con su vida? Intentaste explicarle, pero te diste cuenta de que no escuchaba bien lo que decías. Bostezaba o se reía de un rumor que reconocías como un televisor o el cine. Te dijo que debías aprender a estar sola. Que todos aprendían tarde o temprano. O que aprovecharas que tenías la beca universitaria para hacer amigos. Los amigos son los que lo sacan a uno de aprietos como ese, así no tienes que molestar a alguien a quien realmente ya no le interesas. Se disculpó por su sincera indiferencia. El aliento se te cortó cuando le colgaste y arrojaste el teléfono celular al otro lado de la habitación, convencida de que no volverías a usarlo por una buena temporada. Esperaste sin comer. No sabías qué o lo suponías pero no querías decírtelo en voz alta por miedo a ceder tu estoicismo.
thanatos_bride: (Flor)
Ya era casi Navidad cuando caminaste hacia el templo y prendiste las dos velas para pedir tus deseos, como buena hija pródiga de la deidad, que parecía mirarte con sus ojos de cobre entre la ternura y el reproche, tan digno de una madre generosa e inspiradora. Prendiste una vela por tus propios escritos: era una costumbre del invierno en la época. La otra fue por él, aunque fuera un bastardo petulante y no le importaras en absoluto desde que se codeaba con los poderosos y vivía en una mansión con un ser corrupto que se cubría con piel de visones y sonreía como una Barbie de plástico, tanto botox en sus facciones. Recordaste que te gustaron sus primeros poemas, que fue por eso que lo amaste antes de conocerlo, cuando eras solo una niña que se hacía pasar por su hermana mayor para que le dieran trabajo escribiendo en revistas. Lo amaste como se aprietan las líneas dolorosas de un destino siniestro contra el pecho que no ha tenido muchas experiencias, pero arde de deseo por ellas. Su perfección se desvaneció como humo en el aire cuando lo conociste y fueron amantes o casi, porque era la clase de persona que se odia profundamente y cuyas relaciones netamente reflejan bálsamos que aliviaban sus inseguridades, sin curarlas del todo. Se separaron entre gritos y sollozos. Le dijiste que no tenía ningún talento, él te dijo que poseía docenas de chicas igual de idiotas y creídas que tú, así que eras prescindible. Aún así, compras las revistas en las que sabes que escribe y esperas sus libros. Años más tarde, rezas por su ingenio y te parece lo mínimo que puedes hacer, después de los amarres de amor al principio y las muñecas de vudú que utilizaste después.

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