P0rn yaoi e insinuaciones yuri.
Mar. 4th, 2008 03:13 pm![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Título: Noche rosa.
Fandom: D-Gray Manpara cuando lo escribí ya me había owneado. *sigh*
Rating: NC-17.
Pareja: Kanda//Allen.
Resumen: Te vuelves a la luna, sólo un momento, a penas torciendo la vista, antes de clavarme de nuevo tus ojos llenos de crueldad.
Off Topic: El año pasado literalmente moría por terminar la fucking secundaria y entrar a la Universidad. ¿Adivinen dónde estoy ahora? ¿Feliz? Nah. Ahora sólo quiero viajar, nada ilustra tanto como el mundo mismo. *tira idioteces románticas*
Tu roce no es cierto. La realidad sólo pasa a través de tus labios. Percibes mis quejidos que escapan entre los tuyos cuando aprieto tu cintura contra la mía. Mi piel áspera y callosa, rozando la tuya.
Pareces llevar aún la túnica, humedecida y brillante. El cabello azul te cubre los hombros desnudos, la espalda y el partir de nosotros dos. Lo confunde todo con el cuarto, que está sumido en penumbras.
Mis jadeos son a ciegas. Te molesta eso... Estoy buscando aire y luz, pero me sueltas e intento serenarme. Por la ventana llega el frío. Mi sudor lo realza. También a ti te perturba, aunque veo que te arqueas, disimulándolo. Tus pectorales se enderezan, son como peces aleteando en el suelo. Bajas los hombros, montañas pálidas. ¿Nunca has tomado sol con el torso descubierto? Estoy seguro de que muchos hombres, mujeres, te mirarían, porque eres esplendoroso. Pero sería ameno para mis ojos ver algo de color en ti.
El momento es tan denso que no puedes, ni intentas, ni quieres mirarme. Soy yo quien quiere hablarte y no entiendo cómo lo sabes. Ni por qué lo evitas. La luna cae sobre mí; tú te mantienes contra la pared para evitarla. Te mimetizas con la piedra que la forma, igual de fuerte y estéril emocionalmente.
Cuando te toco, siento que me tomas, pero pareciera que fuese yo el que te invade, y diría que odias eso.
Podrías decirlo ahora, pero te quedas mudo , recobrando el aliento. Hay demasiado silencio y creo que debo irme.
No hablas, esperas a que yo lo haga y eso es muy injusto.
Miras la luna muy fijamente, por encima de mi. Como si yo no existiera. Tus ojos hacen lo imposible por obviarme. Te enfadas por la luz tenue y por el frío en esta ala de la torre.
Según tus gruñidos, parece que todos quieren verte rodar por las escaleras, con el cuello roto. Oírte decir eso es muy desagradable y el cabello en mi nuca se eriza.
Me pides que me vista.
-No eres una puta, Garbanzo. Ponte algo encima, ¿quieres?
Me río, aunque también tengo frío y estoy desnudo sobre las sábanas de tu futón. Kanda Yuu, eres cruel y tan sexy que me dueles bajo el vientre enrojecido por tu toque.
Tus ojos negros me escrutan, llenos de éxtasis al compararme por un momento con una prostituta.
Siento vergüenza, lo cual es irónico, porque he permitido que hagas lo que te plazca en la primera noche que pasamos juntos. No tuviste que violarme, como me comentaste casi riendo hace unos pocos minutos, cuando terminaste dentro de mí, luego de pasar la eternidad embistiéndome con los dientes apretados.
Me has dicho que soy descartable, pero creo que me mientes.
Hacerme miserable te da placer, ¿verdad?
Me dices que no soy una puta, pero me tratas como a una.
-Soy Allen.-Digo sin aire, con las mejillas ardiendo, sin subir la mirada de las sábanas.
Y tú, desnudo e impenitente, arreglándote el cabello y descansando en la pared:
-La semana que viene, tal vez estés muerto.-Te secas el sudor de la frente, con el dorso de la mano vendada. La mano que usaste para masturbarme, mientras tu falo se hundía en mí, como una lanza. Las gotas caen al suelo.- ¿Qué más da?
-¡No sé ni para qué vine!-Quisiera saber dónde está mi ropa interior y las lágrimas comienzan a salir sin permiso. Tal vez aún estoy a tiempo de salir de aquí antes de que percates de ello y rías con crueldad. -¡Eres un cerdo! – Exclamo y te señalo con el dedo.
Permanecemos en silencio. Mis dientes apretados en una mueca dolida. Tú con los ojos bajos, temblando en la oscuridad, congraciado. Intento cubrir mis genitales, es vergonzoso.
-¡Es evidente que yo no te importo!-Mi uniforme, al fin. Lo arrojé sobre las escaleras y tuve que salir un momento al oscuro pasillo para recuperarlo. Me arden las mejillas cuando cierro de nuevo la puerta tras de mí, para ataviarme y huir. Me miras socarronamente. ¿Te divierto, Kanda Yuu?
-Ahora pareces…Una cebra.
-¡¿Qué?!-A penas he conseguido ponerme los pantalones, con el color subiéndome más y más, y mi ego desangrándose en el suelo. Te vuelves a la luna, sólo un momento, a penas torciendo la vista, antes de clavarme de nuevo tus ojos llenos de crueldad.
-Vuelve a desnudarte.
Parece una orden. ¿Quién te crees que eres para…?
-¡Cállate! No soy tu…-No puedo mirarte sin llorar. Lágrimas calientes me recorren la cara roja. Me las limpio de un manotazo, pero siguen, obstinadas.
-¿Cebra? -Ríes y dejas salir tu voz como un rayo de luna en la brisa fresca. Me miras con...¿Ternura? Y te pones de pie.- Mejor quédate.
Maldito sátiro, me irritas. Me asustas, me molestas y me excitas. ¿Cómo puedes…?
Me tomas de nuevo, rodeas mis hombros y sujetas mi cintura. Acercas tu rostro al mío y tus ojos, pozos negros de agua helada, me tragan cuando tu boca se une a la mía, húmeda, dura, caliente.
Yo te importo un bledo, pero me besas con tanta pasión que lo olvido y me dejo. De nuevo, lo permito. Como abajo en la cena, donde todos se dieron cuenta.
Me besaste en el comedor, a la salida, donde cualquiera pudo habernos visto.
Cuando me resistí a ir a tu cuarto, te di gracia.
-Si te resistes, te arranco aquí la ropa y te cojo frente a cualquiera. ¿Te gustaría eso, Garbanzo? –Te burlaste, apretándome contra la fría roca del pasillo.
-¡No!-Contesté enfático, pero dudando. ¿Lo hubieras hecho?¿Tanto te importa el placer?
Te hundes en mi cuello y veo las líneas de la luna a través de los barrotes: Blanco y negro en mi piel desnuda. Gruñes y muerdes. Yo aprieto tu hombro y mi entrepierna contra la tuya. Entiendo. Cebra. Que broma tan ingenua, como mi sobrenombre…
Soy tu ramera, Kanda Yuu. Ábreme y desángrame, como Jack el Destripador.
Irrítame con tu cinismo.
Haz que sienta miedo, porque entonces me entrego con más facilidad al placer que me otorgas.
No tiene que importarte si eres o no el primero en tocarme. Nadie más lo ha hecho como tú lo haces ahora.
Sólo necesito que me prometas una cosa.
-Yo no hago promesas, a nadie salvo a mí mismo, Garbancito.-Tuve que gemir en vez de protestar por tus duras palabras, porque volviste a meter tus manos frías y sudorosas en mi pantalón. Sujeté tus cabellos y pegué mi espalda a tu pecho, enloquecido y ya no dueño de mi ser. Te aprieto contra la pared: Mi cadera contra tu erección helada. Aún continúas insatisfecho¿Verdad? Eres insaciable. Egoísta e insaciable. Un semental.
-Dime que no soy descartable como todos los demás.- ¿Te ruego¿Estoy llorando o es el calor y la impaciencia de que quiero que me montes y destruyas pronto¡Repugnante! ¡Repugnante! ¡Dios, ésto es tan repugnante! Haría a mi padre llorar. Él no querría verme en éstas condiciones, pero tú…Es tu culpa. Tú me has hecho esto, Kanda Yuu.
-No seas ridículo.-Me gruñes. Siento que he caído en un pozo sin fondo.
Entonces, tener un amorío para ti es tan efímero como tomar un baño caliente. Debí imaginarlo, desde un principio. ¿Por qué sigo denigrándome tanto?
Soy el más puro entretenimiento para ti. Una puta, de las más fáciles de seducir, y peor aún, enamorar. No me crees ni siquiera un humano como tú. Soy basura, desde luego, a tus ojos.
En algún momento, se soltó tu cabello y ahora te cae hasta la cintura.
Cuando abrazo tu espalda, cosquillea en mis brazos. Tiemblo y me tomas.
Me parece que todo esto es triste y vacío.
Te lo digo. Y no te importa, porque sigues besándome.
Lloraría, pero sé que eso te gustaría. Me acaricias la espina y me arqueo para ti.
-Basta ya, no seas tan quisquilloso.
La luna sigue sangrando sobre tu rostro, ensombreciendo el mío, cortándolo a través de los barrotes en la ventana de tu alcoba.
Cuando comienzas a frotarte contra mí, parece que estás ansioso por llegar al orgasmo. ¿Venías albergándolo desde que me viste? Dos veces, en una noche. Eres…Me sonríes a medias y tiras de mi cabello para obligarme a caer de rodillas ante tu entrepierna. No fuiste circuncidado. Hueles muy fuerte y cuando te empujo hacia dentro de mi garganta, tengo miedo de ahogarme. Se endurece dentro de mí. ¡Maldición!
Me desnudas por completo. Mi piel sudada no me favorece más que a una foca pálida. Me avergüenzo.
Parece que no me vieras exactamente a mí, si no que percibieras tan sólo aquello que puedes sentir conmigo. Mis músculos se tensan otra vez, bajo tus manos. Araño tu espalda cuando tú…
-¿Vas a ser de los que me siguen por meses, Garbancito? No seas idiota.
Te sonrío.
-Tenía la esperanza de que me propusieras matrimonio, Kanda.-Digo, riendo con amargura.
Y te sonríes, a media sombra, con tu puño pegado al mentón sudoroso.
Titulo: Cosas.
Fandom: D-Gray Manhasta las cejas de Gyn-chan.
Rating: T por lo implícito.
Pareja:Si quieres ver Rhode//Miranda eres libre de hacerlo (¿?)
Resumen: Oh,¿soy la primera en lastimarte seriamente? ¿Es que nunca te han herido antes?
Off Topic: No sé en qué pensaba cuando elegí Periodismo. *se golpea contra el escritorio*
He tenido muchos amores inútiles e infértiles. Pero admitir que este es uno, me da vergüenza. Recuerdo cuando amé los espejos. Encerré muchas almas bajo esa forma y las forcé hasta que fueron azogues, adornando mi habitación. Pasé todo un año contemplándome y admirándome extasiada. Enamorada de mí misma y encariñándome poco a poco, con los espejos.
Por lo general, me gustan las cosas que hablan de mi perfección. Pero... ¿Ella?
¡No era nada parecido ni remotamente a mí!
Fea. Lo correcto sería llamarla "fea" y con muchas ganas.
O tal vez no era en sí ella. Más bien lo que tenía dentro.
Ya saben, era como una bolsa llena de mierda: La superficie estaba bien, pero lo que ella guardaba en su interior, me asqueaba.
No soporté ni siquiera mirarla.
Hubiera querido deshacerla con mis manos, reducirla a un montón de huesos y carne regados por el suelo, que al fin dejaran de robar precioso oxígeno al mundo. Pero no.
Aburrida, la observé de nuevo, con disimulo...
***
No sabes ni mirar el sitio en el que se supone que vives. Hice crecer tu casa (o lo que sea que venga a ser esta cosa) y no pareces haberlo notado.
Ahora que te observo, noto algunos irritantes detalles de ti. ¡Incluso tu sombra es pequeña y patética, como un pedazo de carbón fantasmal!
Te miro fijamente, increpándote con mis pensamientos. ¿Por qué no dices nada?
Sobresaltada, tus manos se mueven. Por un momento, pareces olvidar que las clavé a tu maldito reloj. Luego te muerdes el labio, tiemblas de dolor. Aúllas bajo, como una perra.
Oh,¿soy la primera en lastimarte seriamente? ¿Es que nunca te han herido antes?
¿Siquiera te han roto un poco de carne? Apuesto a que nunca has sangrado más de una gota por una aguja en tu dedo meñique.
No debería molestarme en hablarte con la mente. Es obvio que no eres lega en esto, dudo mucho que escuches lo que te digo. Y es una pena, porque te haría bien.
Ocúpate de sollozar, presa. Mis labios perezosos no se abrirán por ti. No vale la pena.
Aunque te miro, no me ves. Tus ojos miran las heridas y evitan los míos, que podrían darte una pista de mis pensamientos.
Al final comienzo a dibujar el mensaje con mi dedo índice, ayudándome con mi pulgar. Me humedezco en tu esencia roja, pegajosa y repugnante. Toco tus heridas para hacerlo y gimes.
-¡No...¡Por favor no!-Con los ojos llenos de lágrimas, intentas arrancar tus manos perforadas de mis estacas. Me parece tonto y te lo hago saber:
-Será peor si te mueves.
Con un jadeo, apoyas tu frente arrugada en la superficie de madera ante ti. Me aburres, eres como una babosa.
"Jódete, Exorcista", proclamará mi mensaje cuando lo termine. O algo parecido.
-¿Por qué me haces esto?- Tienes cara de reprocharme todo lo que hago. Pero tu cabello está mal acomodado y algunos mechones caen en tu rostro cerúleo. Yo pruebo y saboreo lo que eres, mientras intento redondear la "d". Sabes a muchas horas caminando por la ciudad maldita y demasiado tiempo malgastado en ruegos de servidumbre a posibles jefes. También a llanto ridículo en un cubrecama barato. Pagarles a algunos hombres con tu cuerpo, que para ellos es delicioso como cualquier otro. Aunque tú lo desprecies. ¿Por eso es que buscas trabajo con tus manos? En realidad sólo sabes usar tu boca para algo que no es hablar.
-¿Por qué no debería?-Me encojo de hombros y me pregunto si no debería poner algo más que sólo "jódete". Un dibujito obsceno. Una margarita roja. Un "te amo, mierda" o algo por el estilo. De nuevo meto mis dedos en ti, en tu sangre, en tu mano temblorosa.
Te trabas con tus propias palabras. Boqueas, como un pez afuera del agua.
-¡Porque...¡Porque...¡Porque...¡Porque está...!-Me detengo sólo un momento. Levanto la vista de mis dedos.-¿Mal?-Arqueo una ceja y rompes de nuevo en llanto, no muy convencida de tus propios argumentos, evidentemente. Suspiro y doy vuelta mis ojos hacia arriba. Tu choza es un desastre, pero pronto mi aura acabará de tragársela, para bien de mi propia vista.
Esto ya parece un poema trágico. ¿Me estás rogando clemencia? Porque si es así, lo único mal aquí es tu actuación: Apesta.
-No me parece.-Te contesto, indiferente, intentando arreglar mis uñas, limpiarte de mis cutículas y hacerte poco caso. Parece que mis palabras te cayeran como un bloque de cemento en la coronilla.
Pasamos mucho tiempo en silencio. Demasiado. ¿Dónde están esos mierdosos exorcistas?
¿Decidieron irse a coger por algún hotel barato?
Comienzo a pensar que es un error tenerte aquí viva, perdiendo horas preciosas antes del estreno.
-Déjame ir... Por favor, déjame ir.
Si no dejas de provocarme, te dejaré viva y con el cuello roto.
-Te dejaré ir si mueres.-Declaro sin emoción alguna en la voz. ¿Eso te sirve de algo, pequeña cosa boba?
Parece que tus lágrimas se terminaron. Ahora te encoges, te alejas unos cuántos centímetros, perturbada por mis palabras.
¡Pero qué hartazgo traes encima! Te hablo y me ignoras. Acaricio tu espina con los ojos y tiemblas, como si hubiera comenzado a violarte.
No sirves para nada. No tengo qué hacer contigo, francamente.
Me gustan las muñecas. ¿Por no eres bonita, como una muñeca? Podría vestirte de terciopelo y hamacarte en mis brazos.
Si tu cabello no fuera tan desagradable al tacto, pasaría horas acariciándolo. Lo disfrutarías, pequeña musa sin gracia. Clamarías por mis manos. Cuando me hartara de tu silencio, arrancaría tu piel y bebería de tu carne abierta.
Te obligaría a cantar gemidos para mí . Buscaría entre mis juguetes ropa holgada, colores cremosos y un bonete rojo brillante, para zampar en tu cabeza. Y una nariz de payaso, para colocar en tu pequeño hocico.
Sí, eso estaría bien para ti. ¿No lo crees así?
***
Rhode cree que los mejores recuerdos que tiene de su infancia (y no es que la misma esté ahora muy lejos que digamos) se sucedieron durante las noches de Navidad. Eran horas de luto en cierta forma, pero su tío sabía reanimarlas a su modo, de maneras curiosas y espectaculares.
Solía organizar juegos, exclusivamente para ella, con la esperanza de que sus sentidos se afinaran y otros nuevos despertaran.
-Estando tan cerca el Diluvio,¿qué clase de tío sería si dejara a su pequeña sobrina crecer sola y a su suerte?-Ronroneaba con dulzura, acariciándole la cabeza revestida con su áspera cabellera de ébano, punzante como espinas.
Rhode fue una niña precoz. Con pasos de gato al servicio de una bruja, seguía a su tío , el Conde Milenio. Iban juntos por los tejados, susurrando poesías llenas de elogios a los dioses paganos. La pequeña Camelot arrojaba la cabeza hacia atrás, doblando el cuello ante el cielo oscuro y aspirando el aroma de la nieve con desconfianza. Podía percibir en los ángeles dibujados sobre la nieve sucia , el rastro que dejaban los niños. Gotas de sudor impávido y restos de dulces dejados durante la mansa tarde. Una línea que dibujaba pequeños cuerpos tendidos en el hielo suave. Unas gotas de sangre oscura, recuerdo de heridas leves , sucedidas en horas de juego. Rhode probando con la lengua el viento y sus ojos felinos, brillando de gozo.
Adivinar la altura y el peso de una presa humana, enferma de leucemia o de malos pensamientos acerca de un primo lejano. Sueños revestidos en azul marino y vómito gris durante la fiebre.
Ríe como una elfa y da vueltas, como bailarina clásica, relamiéndose el dedo índice.
Señala con la cabeza y su tío sonríe , orgulloso de su deducción. Tres meses después , un niño muere, ante la madre desesperada , se presenta Conde y cinco días más tarde , ese pueblo en la frontera de Francia , ya no existe. Y Rhode tiene un par de hebillas con las cuales se sujeta el cabello. Feliz la Navidad, siempre presente en los regalos de su tío. El alma del niño reflejado en el centro de la piedra oscura. Blancos dientes, abiertos en un grito. Le encantan , aunque siente que ya es mayor para esas cosas. Los guarda en su alhajero, junto con todos los obsequios de su casi padre. Hay también un par de lentes negros, para el sol, que sollozan sangre. Cinco brazaletes que tiemblan de miedo cuando Rhode se los coloca. Una diadema con una mariposa que reza en griego antiguo , apenada y loca. Un collar con un dije que maldice e insulta, llegando justo a donde le nacieron los pechos. Un par de anillos que se acusan mutuamente como si fueran juzgados ante un terrible juez. Entre otras cosas.
Su paraguas de hoy se queja con mucha frecuencia. Si no es por el sol , que daña sus pequeños ojos negros y vidriosos, descansados en la cuenca de la calavera alojada en el mango, es por la lluvia…
“¡Que está fría, señorita Camelot!”, y “Cosquillea por la tela impermeable”.
Había salido el sol y Rhode había comprado un dulce. Demasiado azucarado para su gusto. Y a su vez, asechaba a Miranda Lotte, quien a su entender, era demasiado fea para cualquier gusto. ¿A quién podría gustarle ver su propio reflejo , por muy vistoso que fuera, temblando en grasientas lágrimas , sostenidas por párpados hinchados y rojizos, escondidos bajo mechones sueltos de aspecto aceitoso?
Probablemente a nadie. Y a Rhode Camelot, princesa del Diluvio Universal, menos que a nadie. Pero lo que sí encontró fascinante, fue asustar a Randa. La desconcertaba primeramente, con una pregunta obvia y la contemplaba, juguetonamente, mientras ella se frotaba la sien izquierda, antes de levantar esos ojos patéticos.
Era como un cordero. Miranda , de familia alemana, largas piernas y brazos, cintura pequeña y busto prominente, era menos que un animalillo atormentado ante la presencia de Rhode.
Los Noah no tienen una raza exacta. Podría decirse que son la suma perfecta de las mejores características de todas ellas.
De niña, Miranda trabajaba para la esposa de un comerciante de origen hebreo , quien le había acogido a cambio de migajas e insultos que remataban en fuertes tirones de cabello.
-¡Niña torpe¡Intentando estafarme haraganeando¡Qué coraje¡¿No dijiste que sabías bordar¡Mira estos botones¡Mi tela está arruinada, pequeña inepta!-Solía exclamar con gritos gruesos, que destrozaban los tímpanos y nervios de una más que nunca encogida y de por sí, diminuta, Miranda Lotte. Fue su primer empleo, tomado y luego, mantenido, a fuerza de humillantes ruegos a su empleador.
Al crecer, cada vez que veía un nimio disgusto en la frente de una persona cualquiera, al observarla, se disculpaba con palabras torpes y atropelladas, intercaladas con inclinaciones.
Cuando Rhode Camelot clavó sus manos a la única cosa en el mundo que no parecía estar en constante reproche hacia ella, Miranda se disculpó con la joven Noah. Las gotas de sangre le habían manchado el vestido.
-Tal vez , si me sueltas, pueda limpiártelo… Es una pena…. ¡Lo siento tanto!
Rhode pensó que estaba bromeando. Lamió el líquido agridulce y rojizo que cubría sus dedos. ¿Se disculpaba con ella, por su ropa? Frunció el ceño.
Rhode ha tenido un sin número de sirvientes a lo largo de toda su vida. Se desechan a medida que se vuelven inútiles e insatisfactorios.
Pero nunca, en toda su vida, una sola de esas máquinas semihumanas, le ha pedido disculpas. ¡Y han hecho cosas peores, incluso con la intención declarada!
Miranda le parecía un chiste de mal gusto , grosero y ridículo, como los que solía soltar su hermano Skin Boric durante las cenas de gala celebradas por su cumpleaños. Temblaba, aterrada e impotente, adolorida y esperando todavía su respuesta.
-No digas tonterías.-Le ordenó, suave, pero severa, sacudiéndose las palmas, golpeando una con otra.
Lotte se mordió el labio inferior con fuerza y sofocó un gritito congestionado golpeando su frente contra la superficie de su reloj. En una situación lo que se dice “normal” seguiría insistiendo con sus disculpas, pero el tener las manos estacadas… Suele hacer que cualquier ser humano (incluso Miranda, con su autoestima por debajo del ideal en un perro maltratado), desista con facilidad de disculparse con su secuestrador-atacante.
Fandom: D-Gray Man
Rating: NC-17.
Pareja: Kanda//Allen.
Resumen: Te vuelves a la luna, sólo un momento, a penas torciendo la vista, antes de clavarme de nuevo tus ojos llenos de crueldad.
Off Topic: El año pasado literalmente moría por terminar la fucking secundaria y entrar a la Universidad. ¿Adivinen dónde estoy ahora? ¿Feliz? Nah. Ahora sólo quiero viajar, nada ilustra tanto como el mundo mismo. *tira idioteces románticas*
Noche rosa
Tu roce no es cierto. La realidad sólo pasa a través de tus labios. Percibes mis quejidos que escapan entre los tuyos cuando aprieto tu cintura contra la mía. Mi piel áspera y callosa, rozando la tuya.
Pareces llevar aún la túnica, humedecida y brillante. El cabello azul te cubre los hombros desnudos, la espalda y el partir de nosotros dos. Lo confunde todo con el cuarto, que está sumido en penumbras.
Mis jadeos son a ciegas. Te molesta eso... Estoy buscando aire y luz, pero me sueltas e intento serenarme. Por la ventana llega el frío. Mi sudor lo realza. También a ti te perturba, aunque veo que te arqueas, disimulándolo. Tus pectorales se enderezan, son como peces aleteando en el suelo. Bajas los hombros, montañas pálidas. ¿Nunca has tomado sol con el torso descubierto? Estoy seguro de que muchos hombres, mujeres, te mirarían, porque eres esplendoroso. Pero sería ameno para mis ojos ver algo de color en ti.
El momento es tan denso que no puedes, ni intentas, ni quieres mirarme. Soy yo quien quiere hablarte y no entiendo cómo lo sabes. Ni por qué lo evitas. La luna cae sobre mí; tú te mantienes contra la pared para evitarla. Te mimetizas con la piedra que la forma, igual de fuerte y estéril emocionalmente.
Cuando te toco, siento que me tomas, pero pareciera que fuese yo el que te invade, y diría que odias eso.
Podrías decirlo ahora, pero te quedas mudo , recobrando el aliento. Hay demasiado silencio y creo que debo irme.
No hablas, esperas a que yo lo haga y eso es muy injusto.
Miras la luna muy fijamente, por encima de mi. Como si yo no existiera. Tus ojos hacen lo imposible por obviarme. Te enfadas por la luz tenue y por el frío en esta ala de la torre.
Según tus gruñidos, parece que todos quieren verte rodar por las escaleras, con el cuello roto. Oírte decir eso es muy desagradable y el cabello en mi nuca se eriza.
Me pides que me vista.
-No eres una puta, Garbanzo. Ponte algo encima, ¿quieres?
Me río, aunque también tengo frío y estoy desnudo sobre las sábanas de tu futón. Kanda Yuu, eres cruel y tan sexy que me dueles bajo el vientre enrojecido por tu toque.
Tus ojos negros me escrutan, llenos de éxtasis al compararme por un momento con una prostituta.
Siento vergüenza, lo cual es irónico, porque he permitido que hagas lo que te plazca en la primera noche que pasamos juntos. No tuviste que violarme, como me comentaste casi riendo hace unos pocos minutos, cuando terminaste dentro de mí, luego de pasar la eternidad embistiéndome con los dientes apretados.
Me has dicho que soy descartable, pero creo que me mientes.
Hacerme miserable te da placer, ¿verdad?
Me dices que no soy una puta, pero me tratas como a una.
-Soy Allen.-Digo sin aire, con las mejillas ardiendo, sin subir la mirada de las sábanas.
Y tú, desnudo e impenitente, arreglándote el cabello y descansando en la pared:
-La semana que viene, tal vez estés muerto.-Te secas el sudor de la frente, con el dorso de la mano vendada. La mano que usaste para masturbarme, mientras tu falo se hundía en mí, como una lanza. Las gotas caen al suelo.- ¿Qué más da?
-¡No sé ni para qué vine!-Quisiera saber dónde está mi ropa interior y las lágrimas comienzan a salir sin permiso. Tal vez aún estoy a tiempo de salir de aquí antes de que percates de ello y rías con crueldad. -¡Eres un cerdo! – Exclamo y te señalo con el dedo.
Permanecemos en silencio. Mis dientes apretados en una mueca dolida. Tú con los ojos bajos, temblando en la oscuridad, congraciado. Intento cubrir mis genitales, es vergonzoso.
-¡Es evidente que yo no te importo!-Mi uniforme, al fin. Lo arrojé sobre las escaleras y tuve que salir un momento al oscuro pasillo para recuperarlo. Me arden las mejillas cuando cierro de nuevo la puerta tras de mí, para ataviarme y huir. Me miras socarronamente. ¿Te divierto, Kanda Yuu?
-Ahora pareces…Una cebra.
-¡¿Qué?!-A penas he conseguido ponerme los pantalones, con el color subiéndome más y más, y mi ego desangrándose en el suelo. Te vuelves a la luna, sólo un momento, a penas torciendo la vista, antes de clavarme de nuevo tus ojos llenos de crueldad.
-Vuelve a desnudarte.
Parece una orden. ¿Quién te crees que eres para…?
-¡Cállate! No soy tu…-No puedo mirarte sin llorar. Lágrimas calientes me recorren la cara roja. Me las limpio de un manotazo, pero siguen, obstinadas.
-¿Cebra? -Ríes y dejas salir tu voz como un rayo de luna en la brisa fresca. Me miras con...¿Ternura? Y te pones de pie.- Mejor quédate.
Maldito sátiro, me irritas. Me asustas, me molestas y me excitas. ¿Cómo puedes…?
Me tomas de nuevo, rodeas mis hombros y sujetas mi cintura. Acercas tu rostro al mío y tus ojos, pozos negros de agua helada, me tragan cuando tu boca se une a la mía, húmeda, dura, caliente.
Yo te importo un bledo, pero me besas con tanta pasión que lo olvido y me dejo. De nuevo, lo permito. Como abajo en la cena, donde todos se dieron cuenta.
Me besaste en el comedor, a la salida, donde cualquiera pudo habernos visto.
Cuando me resistí a ir a tu cuarto, te di gracia.
-Si te resistes, te arranco aquí la ropa y te cojo frente a cualquiera. ¿Te gustaría eso, Garbanzo? –Te burlaste, apretándome contra la fría roca del pasillo.
-¡No!-Contesté enfático, pero dudando. ¿Lo hubieras hecho?¿Tanto te importa el placer?
Te hundes en mi cuello y veo las líneas de la luna a través de los barrotes: Blanco y negro en mi piel desnuda. Gruñes y muerdes. Yo aprieto tu hombro y mi entrepierna contra la tuya. Entiendo. Cebra. Que broma tan ingenua, como mi sobrenombre…
Soy tu ramera, Kanda Yuu. Ábreme y desángrame, como Jack el Destripador.
Irrítame con tu cinismo.
Haz que sienta miedo, porque entonces me entrego con más facilidad al placer que me otorgas.
No tiene que importarte si eres o no el primero en tocarme. Nadie más lo ha hecho como tú lo haces ahora.
Sólo necesito que me prometas una cosa.
-Yo no hago promesas, a nadie salvo a mí mismo, Garbancito.-Tuve que gemir en vez de protestar por tus duras palabras, porque volviste a meter tus manos frías y sudorosas en mi pantalón. Sujeté tus cabellos y pegué mi espalda a tu pecho, enloquecido y ya no dueño de mi ser. Te aprieto contra la pared: Mi cadera contra tu erección helada. Aún continúas insatisfecho¿Verdad? Eres insaciable. Egoísta e insaciable. Un semental.
-Dime que no soy descartable como todos los demás.- ¿Te ruego¿Estoy llorando o es el calor y la impaciencia de que quiero que me montes y destruyas pronto¡Repugnante! ¡Repugnante! ¡Dios, ésto es tan repugnante! Haría a mi padre llorar. Él no querría verme en éstas condiciones, pero tú…Es tu culpa. Tú me has hecho esto, Kanda Yuu.
-No seas ridículo.-Me gruñes. Siento que he caído en un pozo sin fondo.
Entonces, tener un amorío para ti es tan efímero como tomar un baño caliente. Debí imaginarlo, desde un principio. ¿Por qué sigo denigrándome tanto?
Soy el más puro entretenimiento para ti. Una puta, de las más fáciles de seducir, y peor aún, enamorar. No me crees ni siquiera un humano como tú. Soy basura, desde luego, a tus ojos.
En algún momento, se soltó tu cabello y ahora te cae hasta la cintura.
Cuando abrazo tu espalda, cosquillea en mis brazos. Tiemblo y me tomas.
Me parece que todo esto es triste y vacío.
Te lo digo. Y no te importa, porque sigues besándome.
Lloraría, pero sé que eso te gustaría. Me acaricias la espina y me arqueo para ti.
-Basta ya, no seas tan quisquilloso.
La luna sigue sangrando sobre tu rostro, ensombreciendo el mío, cortándolo a través de los barrotes en la ventana de tu alcoba.
Cuando comienzas a frotarte contra mí, parece que estás ansioso por llegar al orgasmo. ¿Venías albergándolo desde que me viste? Dos veces, en una noche. Eres…Me sonríes a medias y tiras de mi cabello para obligarme a caer de rodillas ante tu entrepierna. No fuiste circuncidado. Hueles muy fuerte y cuando te empujo hacia dentro de mi garganta, tengo miedo de ahogarme. Se endurece dentro de mí. ¡Maldición!
Me desnudas por completo. Mi piel sudada no me favorece más que a una foca pálida. Me avergüenzo.
Parece que no me vieras exactamente a mí, si no que percibieras tan sólo aquello que puedes sentir conmigo. Mis músculos se tensan otra vez, bajo tus manos. Araño tu espalda cuando tú…
-¿Vas a ser de los que me siguen por meses, Garbancito? No seas idiota.
Te sonrío.
-Tenía la esperanza de que me propusieras matrimonio, Kanda.-Digo, riendo con amargura.
Y te sonríes, a media sombra, con tu puño pegado al mentón sudoroso.
Titulo: Cosas.
Fandom: D-Gray Man
Rating: T
Pareja:Si quieres ver Rhode//Miranda eres libre de hacerlo (¿?)
Resumen: Oh,¿soy la primera en lastimarte seriamente? ¿Es que nunca te han herido antes?
Off Topic: No sé en qué pensaba cuando elegí Periodismo. *se golpea contra el escritorio*
Atracción
He tenido muchos amores inútiles e infértiles. Pero admitir que este es uno, me da vergüenza. Recuerdo cuando amé los espejos. Encerré muchas almas bajo esa forma y las forcé hasta que fueron azogues, adornando mi habitación. Pasé todo un año contemplándome y admirándome extasiada. Enamorada de mí misma y encariñándome poco a poco, con los espejos.
Por lo general, me gustan las cosas que hablan de mi perfección. Pero... ¿Ella?
¡No era nada parecido ni remotamente a mí!
Fea. Lo correcto sería llamarla "fea" y con muchas ganas.
O tal vez no era en sí ella. Más bien lo que tenía dentro.
Ya saben, era como una bolsa llena de mierda: La superficie estaba bien, pero lo que ella guardaba en su interior, me asqueaba.
No soporté ni siquiera mirarla.
Hubiera querido deshacerla con mis manos, reducirla a un montón de huesos y carne regados por el suelo, que al fin dejaran de robar precioso oxígeno al mundo. Pero no.
Aburrida, la observé de nuevo, con disimulo...
***
Inútil
No sabes ni mirar el sitio en el que se supone que vives. Hice crecer tu casa (o lo que sea que venga a ser esta cosa) y no pareces haberlo notado.
Ahora que te observo, noto algunos irritantes detalles de ti. ¡Incluso tu sombra es pequeña y patética, como un pedazo de carbón fantasmal!
Te miro fijamente, increpándote con mis pensamientos. ¿Por qué no dices nada?
Sobresaltada, tus manos se mueven. Por un momento, pareces olvidar que las clavé a tu maldito reloj. Luego te muerdes el labio, tiemblas de dolor. Aúllas bajo, como una perra.
Oh,¿soy la primera en lastimarte seriamente? ¿Es que nunca te han herido antes?
¿Siquiera te han roto un poco de carne? Apuesto a que nunca has sangrado más de una gota por una aguja en tu dedo meñique.
No debería molestarme en hablarte con la mente. Es obvio que no eres lega en esto, dudo mucho que escuches lo que te digo. Y es una pena, porque te haría bien.
Ocúpate de sollozar, presa. Mis labios perezosos no se abrirán por ti. No vale la pena.
Aunque te miro, no me ves. Tus ojos miran las heridas y evitan los míos, que podrían darte una pista de mis pensamientos.
Al final comienzo a dibujar el mensaje con mi dedo índice, ayudándome con mi pulgar. Me humedezco en tu esencia roja, pegajosa y repugnante. Toco tus heridas para hacerlo y gimes.
-¡No...¡Por favor no!-Con los ojos llenos de lágrimas, intentas arrancar tus manos perforadas de mis estacas. Me parece tonto y te lo hago saber:
-Será peor si te mueves.
Con un jadeo, apoyas tu frente arrugada en la superficie de madera ante ti. Me aburres, eres como una babosa.
"Jódete, Exorcista", proclamará mi mensaje cuando lo termine. O algo parecido.
-¿Por qué me haces esto?- Tienes cara de reprocharme todo lo que hago. Pero tu cabello está mal acomodado y algunos mechones caen en tu rostro cerúleo. Yo pruebo y saboreo lo que eres, mientras intento redondear la "d". Sabes a muchas horas caminando por la ciudad maldita y demasiado tiempo malgastado en ruegos de servidumbre a posibles jefes. También a llanto ridículo en un cubrecama barato. Pagarles a algunos hombres con tu cuerpo, que para ellos es delicioso como cualquier otro. Aunque tú lo desprecies. ¿Por eso es que buscas trabajo con tus manos? En realidad sólo sabes usar tu boca para algo que no es hablar.
-¿Por qué no debería?-Me encojo de hombros y me pregunto si no debería poner algo más que sólo "jódete". Un dibujito obsceno. Una margarita roja. Un "te amo, mierda" o algo por el estilo. De nuevo meto mis dedos en ti, en tu sangre, en tu mano temblorosa.
Te trabas con tus propias palabras. Boqueas, como un pez afuera del agua.
-¡Porque...¡Porque...¡Porque...¡Porque está...!-Me detengo sólo un momento. Levanto la vista de mis dedos.-¿Mal?-Arqueo una ceja y rompes de nuevo en llanto, no muy convencida de tus propios argumentos, evidentemente. Suspiro y doy vuelta mis ojos hacia arriba. Tu choza es un desastre, pero pronto mi aura acabará de tragársela, para bien de mi propia vista.
Esto ya parece un poema trágico. ¿Me estás rogando clemencia? Porque si es así, lo único mal aquí es tu actuación: Apesta.
-No me parece.-Te contesto, indiferente, intentando arreglar mis uñas, limpiarte de mis cutículas y hacerte poco caso. Parece que mis palabras te cayeran como un bloque de cemento en la coronilla.
Pasamos mucho tiempo en silencio. Demasiado. ¿Dónde están esos mierdosos exorcistas?
¿Decidieron irse a coger por algún hotel barato?
Comienzo a pensar que es un error tenerte aquí viva, perdiendo horas preciosas antes del estreno.
-Déjame ir... Por favor, déjame ir.
Si no dejas de provocarme, te dejaré viva y con el cuello roto.
-Te dejaré ir si mueres.-Declaro sin emoción alguna en la voz. ¿Eso te sirve de algo, pequeña cosa boba?
Parece que tus lágrimas se terminaron. Ahora te encoges, te alejas unos cuántos centímetros, perturbada por mis palabras.
¡Pero qué hartazgo traes encima! Te hablo y me ignoras. Acaricio tu espina con los ojos y tiemblas, como si hubiera comenzado a violarte.
No sirves para nada. No tengo qué hacer contigo, francamente.
Me gustan las muñecas. ¿Por no eres bonita, como una muñeca? Podría vestirte de terciopelo y hamacarte en mis brazos.
Si tu cabello no fuera tan desagradable al tacto, pasaría horas acariciándolo. Lo disfrutarías, pequeña musa sin gracia. Clamarías por mis manos. Cuando me hartara de tu silencio, arrancaría tu piel y bebería de tu carne abierta.
Te obligaría a cantar gemidos para mí . Buscaría entre mis juguetes ropa holgada, colores cremosos y un bonete rojo brillante, para zampar en tu cabeza. Y una nariz de payaso, para colocar en tu pequeño hocico.
Sí, eso estaría bien para ti. ¿No lo crees así?
***
Infancias
Rhode cree que los mejores recuerdos que tiene de su infancia (y no es que la misma esté ahora muy lejos que digamos) se sucedieron durante las noches de Navidad. Eran horas de luto en cierta forma, pero su tío sabía reanimarlas a su modo, de maneras curiosas y espectaculares.
Solía organizar juegos, exclusivamente para ella, con la esperanza de que sus sentidos se afinaran y otros nuevos despertaran.
-Estando tan cerca el Diluvio,¿qué clase de tío sería si dejara a su pequeña sobrina crecer sola y a su suerte?-Ronroneaba con dulzura, acariciándole la cabeza revestida con su áspera cabellera de ébano, punzante como espinas.
Rhode fue una niña precoz. Con pasos de gato al servicio de una bruja, seguía a su tío , el Conde Milenio. Iban juntos por los tejados, susurrando poesías llenas de elogios a los dioses paganos. La pequeña Camelot arrojaba la cabeza hacia atrás, doblando el cuello ante el cielo oscuro y aspirando el aroma de la nieve con desconfianza. Podía percibir en los ángeles dibujados sobre la nieve sucia , el rastro que dejaban los niños. Gotas de sudor impávido y restos de dulces dejados durante la mansa tarde. Una línea que dibujaba pequeños cuerpos tendidos en el hielo suave. Unas gotas de sangre oscura, recuerdo de heridas leves , sucedidas en horas de juego. Rhode probando con la lengua el viento y sus ojos felinos, brillando de gozo.
Adivinar la altura y el peso de una presa humana, enferma de leucemia o de malos pensamientos acerca de un primo lejano. Sueños revestidos en azul marino y vómito gris durante la fiebre.
Ríe como una elfa y da vueltas, como bailarina clásica, relamiéndose el dedo índice.
Señala con la cabeza y su tío sonríe , orgulloso de su deducción. Tres meses después , un niño muere, ante la madre desesperada , se presenta Conde y cinco días más tarde , ese pueblo en la frontera de Francia , ya no existe. Y Rhode tiene un par de hebillas con las cuales se sujeta el cabello. Feliz la Navidad, siempre presente en los regalos de su tío. El alma del niño reflejado en el centro de la piedra oscura. Blancos dientes, abiertos en un grito. Le encantan , aunque siente que ya es mayor para esas cosas. Los guarda en su alhajero, junto con todos los obsequios de su casi padre. Hay también un par de lentes negros, para el sol, que sollozan sangre. Cinco brazaletes que tiemblan de miedo cuando Rhode se los coloca. Una diadema con una mariposa que reza en griego antiguo , apenada y loca. Un collar con un dije que maldice e insulta, llegando justo a donde le nacieron los pechos. Un par de anillos que se acusan mutuamente como si fueran juzgados ante un terrible juez. Entre otras cosas.
Su paraguas de hoy se queja con mucha frecuencia. Si no es por el sol , que daña sus pequeños ojos negros y vidriosos, descansados en la cuenca de la calavera alojada en el mango, es por la lluvia…
“¡Que está fría, señorita Camelot!”, y “Cosquillea por la tela impermeable”.
Había salido el sol y Rhode había comprado un dulce. Demasiado azucarado para su gusto. Y a su vez, asechaba a Miranda Lotte, quien a su entender, era demasiado fea para cualquier gusto. ¿A quién podría gustarle ver su propio reflejo , por muy vistoso que fuera, temblando en grasientas lágrimas , sostenidas por párpados hinchados y rojizos, escondidos bajo mechones sueltos de aspecto aceitoso?
Probablemente a nadie. Y a Rhode Camelot, princesa del Diluvio Universal, menos que a nadie. Pero lo que sí encontró fascinante, fue asustar a Randa. La desconcertaba primeramente, con una pregunta obvia y la contemplaba, juguetonamente, mientras ella se frotaba la sien izquierda, antes de levantar esos ojos patéticos.
Era como un cordero. Miranda , de familia alemana, largas piernas y brazos, cintura pequeña y busto prominente, era menos que un animalillo atormentado ante la presencia de Rhode.
Los Noah no tienen una raza exacta. Podría decirse que son la suma perfecta de las mejores características de todas ellas.
De niña, Miranda trabajaba para la esposa de un comerciante de origen hebreo , quien le había acogido a cambio de migajas e insultos que remataban en fuertes tirones de cabello.
-¡Niña torpe¡Intentando estafarme haraganeando¡Qué coraje¡¿No dijiste que sabías bordar¡Mira estos botones¡Mi tela está arruinada, pequeña inepta!-Solía exclamar con gritos gruesos, que destrozaban los tímpanos y nervios de una más que nunca encogida y de por sí, diminuta, Miranda Lotte. Fue su primer empleo, tomado y luego, mantenido, a fuerza de humillantes ruegos a su empleador.
Al crecer, cada vez que veía un nimio disgusto en la frente de una persona cualquiera, al observarla, se disculpaba con palabras torpes y atropelladas, intercaladas con inclinaciones.
Cuando Rhode Camelot clavó sus manos a la única cosa en el mundo que no parecía estar en constante reproche hacia ella, Miranda se disculpó con la joven Noah. Las gotas de sangre le habían manchado el vestido.
-Tal vez , si me sueltas, pueda limpiártelo… Es una pena…. ¡Lo siento tanto!
Rhode pensó que estaba bromeando. Lamió el líquido agridulce y rojizo que cubría sus dedos. ¿Se disculpaba con ella, por su ropa? Frunció el ceño.
Rhode ha tenido un sin número de sirvientes a lo largo de toda su vida. Se desechan a medida que se vuelven inútiles e insatisfactorios.
Pero nunca, en toda su vida, una sola de esas máquinas semihumanas, le ha pedido disculpas. ¡Y han hecho cosas peores, incluso con la intención declarada!
Miranda le parecía un chiste de mal gusto , grosero y ridículo, como los que solía soltar su hermano Skin Boric durante las cenas de gala celebradas por su cumpleaños. Temblaba, aterrada e impotente, adolorida y esperando todavía su respuesta.
-No digas tonterías.-Le ordenó, suave, pero severa, sacudiéndose las palmas, golpeando una con otra.
Lotte se mordió el labio inferior con fuerza y sofocó un gritito congestionado golpeando su frente contra la superficie de su reloj. En una situación lo que se dice “normal” seguiría insistiendo con sus disculpas, pero el tener las manos estacadas… Suele hacer que cualquier ser humano (incluso Miranda, con su autoestima por debajo del ideal en un perro maltratado), desista con facilidad de disculparse con su secuestrador-atacante.