Ritmo.

Jan. 14th, 2008 05:02 am
thanatos_bride: (Default)
[personal profile] thanatos_bride
Fandom: Hellsing (The Dawn)
Rating: T
Resumen: ¡Cuánta libertad se respiraba en ese inmundo antro cargado de burocracia!
Género: Romance/General.
Pairing: Alucard/Walter (de jovencito, ¿eh? ò_ó)
Comentario: JAJAJAJAJA!!! La gente lo lee pensando que es porn y NO LO ES. *Ríe satánicamente* Bah, Cut Gyn se divirtió escribiéndolo durante una borrachera su fiesta de egresados del Infierno la High School.



Ritmo


Arthur había dejado toda la casa para los dos, aunque Walter se quejara a más no poder de ello.


Alucard se desperezó y en el gran sofá de Sir Hellsing, olisqueó el aire con delicia.


¡Cuánta libertad se respiraba en ese inmundo antro cargado de burocracia!


Se oye un profundo suspiro; Walter Dollneaz tratando de acomodar una pila de formas , con ambas manos sobre el edificio de papel.


Afuera, sopla un viento fuerte.


La luna llena, exuberante , es como un seno blanco, descubierto en el cielo oscuro, brillante, muy brillante, en un costado del ventanal.


Alucard prendió el gramófono y se elevó. Esa era la dimensión que su oscuro ser reclamaba: El jazz.


Walter quería llamar a Arthur, en parte para averiguar con quién diablos estaba en Paris, en parte para aclarar sus dudas acerca de su vampiro camarada.


Cuando la melodía empezó, decidió para sí mismo que sería luego.


Alucard hizo sonar sus huesos, extendió sus brazos y se dejó llevar por la música. Su vuelo no fue alto: unos cuantos centímetros sobre el suelo. Flotó hasta Walter, asemejándose a un ángel oscuro. Pensó que la luna, allá arriba, invitaba al descontrol.


Sus labios cambiaron y de dos gotas de sangre fresca, brotaron dos chispas rojas, bellas y suculentas. Alucard aspiró el aroma, dulce aroma, del mayordomo. Saboreó enviciado, hasta la última partícula de ese ardor que despedía Walter , ese perfume producto de corazonadas , inhalaciones y exhalaciones continuas.


Un paso y luego otro: hasta que al fin pudo entrar en la melodía. Abrió sus arterias para que recibieran esa danza frenética entre la montaña de papeleo. Suavizó su voz al susurrar al oído de Walter, algo macabro e imposible, que llevara el color a sus mejillas y el odio a sus ojos , entrecerrados.


Se encontró con su Dios, el del bajo mundo y trajo a flote recuerdos de sus primeras presas, siglos atrás.


Se movió hacia Walter, con aire cautivante: El calor del cuerpo joven le atraía irremediablemente. Debía darle su amor, a pesar de que era una forma más que terrorífica de hacerlo.


-Nunca te entregaré mi alma.-Había declarado más de una vez, el mayordomo.


-Pero sólo pido que me cedas tu cuerpo, pequeño mancebo. Una vez.-Sólo una y para siempre. Pero eso último, sólo Alucard lo sabía. Sus palabras fueron mudas.


Walter no podía creer que, en silencio, le hubiera convencido de participar en ese tan peculiar como bizarro ritual. Poco a poco, el ritmo de sus caderas perdía intensidad, pero la intención de infiltrarse en él, parecía jamás menguar. Sus movimientos pronto se tornan ondulados y suaves. Sus cabellos flotan a su alrededor y los envuelven a ambos.


La mirada de Girlycard era cada vez más precisa , e impersonal. Tomó a Walter por la cintura.


¿Por qué se asustaban ese par de ojos negros? El mayordomo se volvía hacia el escritorio. Su mirada lo esquivaba. No quería pertenecerle a Vlad Tepes.


Con cada segundo que corría, más bello y femenino era aquel vampiro de larga cabellera negra. "Seductor" era el adjetivo.


El resplandor en sus mejillas encandilaba a Walter. Llenaba la habitación de una luz fantasmal que no podía ni compararse con la lámpara a un costado, cada vez más y más intensa.


El cielo se vuelve rojo cuando Alucard se excita. Es una ilusión que refleja en la mente de Walter, pero tan realista que el adolescente abre los ojos de par en par, horrorizado y desconfiado ante la bóveda que asoma por la ventana, pincelándose también de bermellón su rostro.


La habitación giraba en círculos. Alucard hacía que ésto ocurriera, levantando los brazos hacia el cielo que descansaba , ensangrentado, moribundo, sobre el techo.


Parecía entonar una melodía a la par del ritmo imposible que insistían en adoptar sus miembros cada vez más y más largos, como tentáculos.


Walter se descubrió pensando que el vampiro era atractivo y que la música-que ya no era jazz, sino una suerte de latido en el lado frontal de su cráneo-sublime.


-¿Qué demonios...?-Se dijo cuando captó que su propia mente trabajaba arduamente en la situación, memorizando cada inestable suceso.


En los oídos de Walter penetraba su voz, un tarareo. Al respirar, sintió el perfume a mortajas limpias. Un ardiente sudor frío lo bañó al instante, cuando se imaginó poseyendo ese cuerpo no-muerto. Sus latidos resonaban en sus oídos, a punto de hacerlos estallar.


Alucard llevaba tiempo sin dejarse avasallar por el amor. Era agradable, como estar vivo otra vez.


Ahí estaba su Dios, abarcándolo todo en Walter, ese muchacho inmóvil que ya ni siquiera temblaba.


Walter se dejó llevar por Alucard, hacia el centro de esa tormenta de sangre y luz roja, girando ambos al mismo ritmo, como en llamas.






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